Tu cabello que despierta
en perpetuo desorden, adorado por el viento,
traspasado por las olas
que te envuelven.
Tú, que caminas en movimientos circulares,
con un par de hombros semejantes al árbol.
En el ritmo despierta tu pelvis
de espíritu gris y negro.
Cuando en un abrazo
sumergiste tus labios tersos
en mi cuello, que mostró dolores,
manchó tinieblas,
lloró con el instinto acabado.
Tú, llevas la marca de la vida
en tu sonrisa.
La marca de la muerte en tu brazo,
la huella de mi sangre entre tus piernas.
Humedeces mi mirada,
en tu pecho me deslizo.
Penetro en los rincones.
huelo las frutas del camino.
Tú, que el gemido liberaste,
con olor a miel y flores.
Un poco de sal, roca y volcanes.
y el viento que confunde
nuestros cabellos.
En lo alto del sitial de ceremonia,
alcanzaste el huevo original.
En un instante lograste revivir la magia
del instante: piel con piel, alma y fuerza;
unidos por un océano innombrable.
viernes, 7 de marzo de 2008
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