lunes, 6 de agosto de 2007

Destino inevitable

El maleficio se ha cumplido
y no fue iniciado por brujas.

Lo ha llevado a fin el malvado
de la historia;
el que siempre es fuerte y gana,
el que sonríe cuando daña,
no sufre con el dolor ajeno,
ni siquiera se detiene al cometer el crimen.

El nefasto cubierto de ropas
negras, como su alma propia.
Lleva una daga escondida bajo el abrazo
y al rodear el cuello enamorado,
mira con ojos de almendra,
y clava. Certero, exacto, frío,
un paso adelante y la obra está terminada.

El pañuelo no es más
que una excusa de romanticismo.
Parece ser el detalle perfecto
en la escenografía maestra.

Cuando la savia se desliza desvalida,
el maléfico recoge los vestigios con sus dedos.
Saborea el término de un instante,
inspira el último respiro
de la víctima.
Lo hace suyo, se lo lleva.

En la alfombra, el cuerpo
sangrante de la novia,
y en su mano, no es un ramo,
son las palabras mágicas
del oráculo.

El maleficio se ha cumplido.
Lo escribió con gotas de llanto
una mujer.

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