Iba pasando por la vida,
atesorando dolores de sufrientes,
atesorando sonrisas y llantos de niños,
cuando una gota de mi sangre
se posó sobre tus labios.
En un pequeño despertar de
sensaciones, repentinamente
los árboles se dieron vuelta,
y el tronco quedó volando
por los aires, con las ramas
haciendo morisquetas,
intentando aferrarse a la tierra.