lunes, 31 de diciembre de 2007

Mujer: instrucciones de uso

Felicitaciones, ha adquirido usted el modelo de mujer temporada verano 2008. Es un excelente producto probado ya en Europa. Le aseguramos que no se arrepentirá de usarlo. Para su buen funcionamiento, siempre siga estas instruccciones:
1. Por lo menos una vez al día, dígale que la quiere.
2. Es conveniente que la bese continuamente, y para evitar enojos y celos inútiles, que le acaricie el trasero en el supermercado. De preferencia, elija momentos en que los modelos deportivos se encuentran muy cerca. 3. Siempre, pero siempre, dígale que se ve linda, y procure darse cuenta de que lleva un vestido nuevo o de que cambió su peinado.
4. Y lo más importante. Para el buen funcionamiento de su máquina, déle muchos orgasmos. La liberación de sustancias químicas limpia y da energía al motor.

Te invito a mi fiesta

Hola, mister X.
He querido compartir contigo
mi deseo infernal.

Por eso te invito a mi fiesta.
Por favor, llega puntual,
pero demórate en IRTE.

No es necesario un regalo
envuelto en papel.
Me basta con tu REGALITO.

No faltes. Vas a COMER rico
y lo pasaremos muy bien.

Te invito

Ven, que quiero tu destrozo.
En esta noche blanca, me inmolo,
con la piel expuesta a tus mordidas,
esperando el cuchillazo por la espalda.

Te invito a que una vez más
me goces, me adores solo el intante
que duran las sábanas.

A que me mires como si fuera
la virgen del cerro,
como si de pronto me imaginaras de vieja.

Ven, juguemos otra vez.
Tú haces como que me quieres,
y yo, como que te creo.

Animita de calle

Y eso era todo.

Comí, bebí, hurté.
Sangré, mojé, lamí.
Abracé, rasguñé, grité.
Reí, lloré, canté.
Gemí, rasgué, besé.
Arañé, marqué, sonreí.

Gracias por favor concedido.

El león y su leona

Es una rosa sin pétalo,
la marca dejada en mi camino.

La peste del abrazo,
del vaivén entre sábanas.
De un exquisito, aniquilador,
mortal, sudoroso y patético orgasmo.

Como si todo en la vida
no fuera más que eso: besar,
mojar, compartir humedades y líquidos,
en cuerpos que se frotan.

Como encuentro de dos bestias
en el barro.
Con las uñas ensartadas en las pieles,
con la mueca del grito aún grabada
en la mirada.

Un hola perdido en la clavícula;
un durante, entre las piernas.
Un adiós nunca dicho,
ausente de sangre y más sangre.

Un parto con tu olor a hembra
entre mis pliegues.

Como si todo solo fuera,
el sudor que se cuela en la garganta,
una explosión de estrellas en el aire,
con la ansiedad del goce pintada en la mirada.

El amor entre las sombras

Llevo la sombra
de un abrazo
pegada a mi espalda.

Quisiera no sentir nunca
su peso.
Me ahoga, me descansa,
entre nieblas y brisas.
Me atormenta.

Descubro al mirar hacia atrás,
que hunde sus garras en mi cuello.
Me sangra la soledad,
me recuerda el abandono.

Quisiera no sentir sus dientes
en mi boca,
ni en los dedos.
Me duelen las yemas.
Se me escapa la vida.

Quisiera no recordar los besos.
Dejarla nada más que sombra.
Nada más que sombra
perdida en la calle.

Nada vale

Un par de abrazos,
Casi al momento de la muerte.
Un par de suspiros siniestros,
Mientras la vida se va entre los dientes.

Nada fue y nada vale.
Es el instante hecho cenizas,
La luz que se apaga
Mientras se llega al infierno.

La soledad de dos cuerpos
Que se alejan,
El sudor cubre las sinuosidades,
Para luego correr en gotas de ocaso.

Nada fue y nada vale.
El ser consciente de la inexistencia,
De la soledad entre sábanas,
Del silencio del pétalo
Marchito.

Un par de abrazos,
un par de sonrisas,
y el adiós doloroso
de la noche.

Cada día,
El dolor de la mueca silenciosa
Que se avecina rauda a través del viento.

Me dice que así es la vida,
La elegida, marcada a fuego.
Que no insista.
No hay cambio
En el destino inexorable.

En un invierno


Un abrazo quisiera.
Lleno de palabras que resbalan
entre los ropajes.

Entre la sonrisa oculta detrás de un lente,
y el brillo que emana
desde el vidrio humedecido,
cubierto por la silueta de una mujer.

En la ruta cementosa,
oliendo veloz la música tanguera,
de fondo, un par de locos,
que quisieron jugar
de la mano de un sueño,
recorriendo callejuelas y pasajes.

Que se sentó a mirar desde el puerto,
A lo alto.
Que sonrió entre besos y retratos
Con escenas de murales y cárceles.

Entre barrotes se entrelazaron las manos;
bajo la custodia de un presidiario,
ex arrepentido, se forjó la mirada cómplice.

Fueron exquisitos manjares de música,
licores y comidas.
En el silencio de los árboles,
bebiendo de un par de copas
rubicundas; ardiendo bajo llamas
de besos y fotografías del recuerdo.


lunes, 6 de agosto de 2007

Siento que me sobra el cuerpo

A mi amiga Ka.

Siento que me sobra el cuerpo.
Las mangas de piel
sobrepasan mis manos,
como una gran blusa
heredada de los antepasados.

Siento que me sobran los codos,
cuando el peso del vivir
no me deja abrazar el amanecer.
Y el canto de los pájaros no es canto,
es llanto de noche triste.
Y el aroma a café no huele a Paris,
sino a embriagados que intentan
esfumar sus desdichas.

Siento que me sobran los dedos,
seres aislados, inservibles.
No acarician, no palpan
la rugosidad de las orugas.
En el silencio, solo descubren
el frío de otros dedos en la bruma.

Siento que me sobran los cabellos.
Se han convertido en lanas
indomables, en desorden de ideas
que se disparan al aire.
Ya no son seda de caricia,
irrumpen sobre mi rostro
sin dejar navegar a mis ojos.

Siento que me sobran las palabras;
es el ahogo hecho silencio.
No hay significados para decir
lo que tengo entre los huesos.
Los versos ya no son románticos
placeres en papel perfumado.

Siento que me sobra el cuerpo.
La casa es muy pequeña;
no hay cobijo ni abrazo suficiente
para paliar el dolor de estar vivo.

Destino inevitable

El maleficio se ha cumplido
y no fue iniciado por brujas.

Lo ha llevado a fin el malvado
de la historia;
el que siempre es fuerte y gana,
el que sonríe cuando daña,
no sufre con el dolor ajeno,
ni siquiera se detiene al cometer el crimen.

El nefasto cubierto de ropas
negras, como su alma propia.
Lleva una daga escondida bajo el abrazo
y al rodear el cuello enamorado,
mira con ojos de almendra,
y clava. Certero, exacto, frío,
un paso adelante y la obra está terminada.

El pañuelo no es más
que una excusa de romanticismo.
Parece ser el detalle perfecto
en la escenografía maestra.

Cuando la savia se desliza desvalida,
el maléfico recoge los vestigios con sus dedos.
Saborea el término de un instante,
inspira el último respiro
de la víctima.
Lo hace suyo, se lo lleva.

En la alfombra, el cuerpo
sangrante de la novia,
y en su mano, no es un ramo,
son las palabras mágicas
del oráculo.

El maleficio se ha cumplido.
Lo escribió con gotas de llanto
una mujer.

La existencia pesa más que el propio cuerpo

Cuando las luces en las calles
reflejan las miradas perdidas;
cuando los mendigos
se acogen al plato de sopa caliente.

Entonces me pierdo
en un camino sin noche;
me pierdo y espero.

Que algún transeúnte
me mire y se sorprenda.
Que del pasado irrumpa la sombra
y ahora me sonría.
Que el dolor no haya sido más
que un quebranto pasajero.
Que el ángel caído en mi mesa
sea de carne y hueso.

La existencia pesa más
que el propio cuerpo.

Me lo anuncia el silencio,
con sus muecas frente al espejo;
luego del acto parsimonioso
inventado en un hotel de mala muerte,
me lo anuncia el suspiro
convertido en llanto.

No es tristeza, ni miedo.
Es la carga de la existencia.

En el resoplo del que
huye por la puerta angosta;
con la conciencia de trizas y esperanzas.
En la despedida dolorosa,
que obliga a llamarla
-a pesar del sentimiento-.

Espero. Que las migajas
lleguen a mi ventana,
quizá olvidadas por el viento.
Que la caricia llegue al pensamiento,
a la llaga aún abierta.

Cuando ya las flores se arremolinan
confusas en las vértebras.
Y nada se sabe, nada se entiende,
nada se establece.

Es un constante movimiento.
Hay llamas, hay gotas de sal
que resbalan, cubren pechos heridos,
hay anhelos espantados,
hay esperanzas doloridas.

No es dolor,
sino torrente de vida
que intenta escapar del muro
que forman las capas de papel
sobre mi pliegues.

sábado, 28 de julio de 2007

Primer mea culpa

Por mi culpa, por mi propia culpa, yo me digo:
es cierto, dejé, permití, acepté,
otorgué, entregué. En ese desorden,
y cada vez que fue posible,
o que tú lo exigiste.

Dejé, que las tardes pasaran
sin tiempo, sin Dios, ni gloria,
ni ciego que cantara;
sin vaso lleno, ni a mitad vacío.
Sin cubrirme los hombros
para evitar el frío,
o el sol quemante,
o la nieve dolorosa.
No esperando que viniera la montaña,
ni que avanzara un tren,
desde un pueblo inexistente.

Acepté, que las noches se hicieran
espera penepoleana;
que el dolor de tu autocomplacencia
atorara mi llanto y mis canciones.
Sin acariciarme ni siquiera el alma,
para poder dormir tranquila.
Atenta a tus jadeos provocados
por amores virtuales,
acepté que se me fueran
secando los pechos.

Permití, y bien lo sabes,
y a pesar de todo,
que poseyeras mis instintos,
cuando la imagen plana
aburría tus deseos.
No crucé mis codos frente a ti;
no impedí tu paso violento.
Permití, permití.
Permití que me cubrieras
de fluidos malolientes,
sinsabores de un amor extraño.

Otorgué las mañanas y los silencios,
cuando aún algo de palabras flotaban
entre nuestra cama y el espejo.
En raptos locos de falsa confianza
en tus más falsos aún deseos.
No quise que el viento se lo llevara todo;
me daba miedo.
Otorgué, para que la risa sobreviviera
a la porfía.

Entregué, la ofrenda de flores aromáticas;
cada vez que tomabas mis formas dolientes.
Cada vez que las sinuosidades de otras ya
te eran insuficientes.
Cuando lo único que quedaba era un cuerpo
de mujer marchitándose en sábanas de sangre.
Mientras las venas
vertían lágrimas de líquidos calientes;
aún, así, dejé libre mis sentidos
y entregué mi querer.
.

Primer Castigo

Ir con la garganta hecha un par de trizas,
caminando como si la calle solo fuera
-y nada más que eso-,
un escombro de sensibilidades.
Esparcidas como si ocho años nada duraran,
en el abandono del silencio y de los
insultos dolientes.

Ir, atravesando con un par
de lágrimas que no brotan,
la cuadra de moradores extraños.
La cadera sin fin,
contorneada en el dolor de las palabras,
en el llorar de tanto tiempo dejado en el basural,
ahí, justo detrás de la escalera de incendios.

Ir, pensando que la llama quema las pulgadas,
que la noche se convierte en grito,
que cien días de juerga en la cama nada son,
sino eso, jornadas de placer en cuatro esquinas.

Ir, con la herida sangrante entre las piernas,
atormentada la lengua que no ha querido decir,
quebrantado el útero obligado a aceptar.

¿Por qué el dolor?, ¿por qué esa llaga que lo extiende todo,
lo infinitamente inabarcable,
lo innecesariamente incomprensible?
¿Cómo es que de pronto el cuchillo hiere la carne,
no deja que respire, provoca la muerte?

Ir, con los suspiros anclados en la mirada...
La desesperanza está fundada en lo que sabemos, que es nada, y la esperanza sobre lo que ignoramos, que es todo. Maurice Maeterlinck

domingo, 15 de julio de 2007

Estrategia de lectura: la comparación

Individuo 1: ocho años, dos hijos, silencio, aburrimiento, hastío. Abandona a la mujer ardiendo en su cama, la envejece. Se contenta con imágenes virtuales, se autocomplace escondido en una biblioteca inmunda. Cuando ella casi muere, pide información exacta, matemática: "¿Cuánto te duele?".

Individuo 2: dos meses y medio, no hay descendencia alguna (aunque al parecer, le gusta la práctica), palabras, entretención, asombro. Toma a la mujer cada vez que ella lo pide -que es siempre y coincide con sus propios deseos-, la vuelve hermosa en cada rapto. Se satisface con el placer que emana de sus labios, la complace con dulzura y pasión desbordada. Cuando ella casi muere, no pregunta nada. Simplemente, actúa.

Cuestión de aritmética

Una mujer camina lentamente. Cruza el puente, cruza el parque. Se detiene en la escultura de Matte. Cuenta 1, 2, 3 palmeras. A su izquierda, 1 niño con 1 perro. 4 patas, 1 collar. Frente a ella, varios hombres que avanzan. Alcanza a identificar 4 bigotes, 2 1/2 formalidades, 7 locuras y 3,5 acciones serias. Marihuana trimestral, vino por cada fin de semana. 3 arritmias por jornada. 1 par de anteojos de sol, 8 pantalones deslavados, 4 infidelidades, 20 minutos diarios de masturbación, 1 hora al día de comida chatarra, lo mismo de alcohol y cigarrillo en la sangre, un tanto% de hastío laboral, 85 mujeres aprovechadas; 84, menoscababas, 2 deseadas con locura y 1 amada sinceramente.

sábado, 14 de julio de 2007

Primer cambio

Iba pasando por la vida,
atesorando dolores de sufrientes,
atesorando sonrisas y llantos de niños,
cuando una gota de mi sangre
se posó sobre tus labios.

En un pequeño despertar de
sensaciones, repentinamente
los árboles se dieron vuelta,
y el tronco quedó volando
por los aires, con las ramas
haciendo morisquetas,
intentando aferrarse a la tierra.

Algo de geometría

Entre las líneas de colores descubro
el abrazo congelado.

Trato de huir, pero mi cama
tiene, en su perímetro completo,
en el área sempiterna, entre
cuatro ángulos perfectos, pegado
el aroma de tus besos.

Intento renacer

Quiero escribir palabras
y de mis dedos brotan silencios.

Quiero dejar que de mi cuerpo
emane el movimiento; un
arcoiris redondo y perfumes
de niña hambrienta.

Dejar que la sonrisa aflore entre
los pómulos, y la lengua tibia
recorra tu vientre.

Quiero dejar, y no dejo. Aguardo
el llanto de semillas,
contengo el grito que nace de
mis pechos.

Entre mis dedos guardo el tesoro
de tus tardes, y en un
tiempo infinito, detengo
tus ojos pardos.

Cruzo mis brazos para esconder
el sufrimiento.
Todas mis esperanzas están en mí.
Terencio

Voyerismo rectangular

Me obsesionan las ventanas. De esas que se alumbran cuando comienza a caer la tarde y detrás de ellas surgen formas fantasmales. Entre ellas descubro a una abuelita tejiendo en su mecedora, a la enfermera curvilínea que la cuida, a su hijo que coquetea con la enfermera... Descubro mundos detrás de un vidrio. Mundos silenciosos y en movimiento. Soy una voyerista del silencio y de los rostros desenmascarados.

Y si no puedo escribir

es porque en los últimos días he invertido los llantos y la sangre en un par de locas horas exudadas.

jueves, 21 de junio de 2007

L´amoureuse comme une morte, et le meurtre comme amour

Poema ganador en concurso de francofonía (versión original).

Autrefois j' ai monté
sur des aires lointains.
J' ai volé.
Je nageais,
parmis les vents frais,
nue comme à la naissance.

Maintenant je
b
a
i
s
s
e,
dénudée cette fois
par des mains doctes,
expérimentalement destructrices.

Je m' enflamme, puis
je meurs.

Je
b
a
i
s
s
e.
Je descend
du plaisir onirique
jusqu' à ma perte totale.

Nue, lancée dans une folle
course vers l' abîme.
Les mains libres;
se défont les carresses.

La peau blessée
par des morsures dentales.
Assourdissemente sobre.
Douloureuses les lèvres tristes.
Meurrissant dent d´animal.

Je tombe sur une terre humide,
pleine de liquides tièdes
sur les corps en plénitude
détruite et froide.

J´écoute tes murmures
haletants; ironiquement
ils rient.
Ton sourire s´évade
aux sons du plaisir.

En tournant mes yeux
vers l'intérieur,
je me replie sur ma
propre miséricorde.

Mon ventre baigné
dans des fluides vésicaux,
explosifs, intimement pénétrants;
je te regarde
et tu me laisses toucher le fond.

Tu m' entraînes.

Ainsi, doucement, sous
le poids de ton plaisir,
sous le poids de ma poitrine
maltraitée, je descend.
Je
b
a
i
s
s
e
jusqu' à me donner pleinement,
mon offrande indignement traitée.

La enamorada como una muerta,y la muerte como amor

Poema ganador en concurso de francofonía (versión español)

Antes subí a los aires lejanos, pero firmes.
Volé. Nadé por
el cielo fresco,
desnuda como
en el nacimiento.

Ahora
b
a
j
o,
aún desnuda,
por manos doctas,
experimentalmente destructivas.

Me enciendo y
luego muero.

B
a
j
o,
desciendo abruptamente,
desde el orgasmo onírico
hasta la pérdida completa.

Desnuda, en loca carrera
hacia el abismo.
Las manos tersas
deshechas las caricias.

La piel herida
de mordeduras dentales,
ensordecedoramente parcas;
duelen los labios tristes,
magulladores dientes animales.

Caigo en una tierra
sudorosa, de líquidos calientes,
sobre los cuerpos de plenitud
destruida y gélida.

Te escucho murmullos
jadeantes, irónicamente
risueños. Se te va la risa en el grito
placentero.

Mientras, caigo.
Mirando mis ojos hacia
adentro, replegados
en la propia misericordiosa
imagen.

Con el vientre bañado
en fluidos vesinales, explosivos,
entrañablemente penetradores;
te miro,
mientras permites que
siga ca
yen
do.

Me empujas.

Así, dulcemente, bajo
el peso de tu orgasmo,
bajo el peso de mi pecho
ungido y maltratado, desciendo,
b
a
j
o,
hasta la entrega
plañidera;
indignamente tratada
la ofrenda.

Unas hojas y la noche

Avanzan las hojas de la mano. Recorriéndose en formas góticas luego de caer. Avanzan por calles silenciosas; el viento las empuja a ir más adelante... cada paso es una esquina, un amanecer rodeado de nuevas encrucijadas. Entre los frisos de una catedral se descubre un árbol hasta entonces invisible a los paseantes. Una de las hojas sonríe... rápidamente se cobijan bajo las ramas y entrelazando sus pequeñas fibras de vida, se duermen.

L´Amoureuse 2

Ahora añoraría la destrucción
de tu pie erecto,
rasguñando mis instintos moradores
tibios, anhelantes de la suavidad
tierna de los besos.

Ahora nada más quisiera
- y eso es todo -
dejar transparente
la piel a tus caninos ;
sangrar la herida hasta
arder las tardes.
Romper con la inocencia despechada.

Ahora te permito.
Dejarme caer en los juegos brutales,
asida a tu orgasmo,
y a mi devoto grito placentero.
Descender al cielo inverso,
profanando el roce entre mis piernas,
adorando el destello de tu vientre
sobre mi lengua hambrienta.

Canción de amor

La tarde calla
los silencios de la noche
y caigo lentamente al sueño.

Entonces recuerdo,
en el aroma de la cama
tus dedos finos, musicales,
acariciando mis formas
como a un instrumento,
deleite de notas.

Y el olor me envuelve,
me excita con caricias
y miradas tiernas,
y en un suspiro exhalo
la melodía infinita
imaginada en tu regazo.

Del desear

El deseo, el hambre y el deseo se han posado entre mis líneas, como mariposa de alas negras. Es un querer constante, un penetrar de aromas ... el café que invoca los demonios. El ímpetu del músico que recorre las notas...sus manos también perversas, huelen a éxtasis de noches. El hambre... famélica de caricias me revuelco entre las sábanas. No basta un par de manos que saludan amablemente... el hambre se convierte en hambruna, de esa que hace doler el alma y el cuerpo. La decadencia hecha mujer, entre lágrimas de abandono y necesidades. El hambre, el deseo de aquello que no llega. Se espera sollozando entre las nubes, humedecido el aliento, humedecida la flor, infectos los labios de tanto sudor reprimido.

Adagio de amanecida

En un nuevo aire respiro. Exhalo jadeante los sonidos de mil noches. Esas manos que juegan con notas en cada músculo, vértebra, célula. Suben, bajan, vuelven a subir. Me rodean, me invierten, me posesionan en distintos constructos corporales... me posicionan en la postura eterna del que desea con locura... Blancas, negras y corcheas me bajan suavemente, me llevan por caminos intrincados. Subo ahora, en el valle alto. Vuelvo a exhalar jadeante; vuelven esas manos a acariciar. Compone mi cuerpo como al objeto de sus melodías. Entre mis caderas, la sinfonía de una tarde calurosa. Afuera, la gente indecisa; transeúntes desesperados por el no-silencio. Adentro... adentro... músculo contra músculo, piel en piel. Nervios, tendones cabellos, humedades. El sudor que resbala entre la espalda y su final. Las sábanas despliegan flores y miel de muchos días. La alfombra esconde vestigios corporales; es un cómplice de roces furtivos y dedos anhelantes. Saliva, lengua, labios... sus orígenes explotando en luces de colores como juegos de agua. Sobre mis pechos erectos, sobre mis párpados despiertos y la boca sedienta. Y el resplandor entre mis piernas. Y el resplandor en mis piernas. Adentro, entre tierras cardinales; afuera, entre muros y cintura, entre pliegues bailarines. Explotando y yo, entre las cenizas. Me levanto y emprendo el viaje. Rodeada de mariposas y el perfume de las sábanas que me contiene. El pie erguido en el movimiento circular de nuestras fisionomías. Subo, bajo hacia un lado y hacia arriba. Un último grito, la nota de cierre. Desde lo alto, veo mi desnudez reflejada en el espejo, y a su lado, al artista exhausto al terminar la obra.